La búsqueda de la invisibilidad.
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Beroe, un ctenóforo (los brillos iridiscentes se producen al iluminarlo con un foco) |
En las grandes profundidades marinas, el más tenue y fantasmagórico destello de luz puede significar la vida o la muerte. Las células individuales de la retina de nuestros ojos son capaces de dispararse ante fotones individuales, aunque no somos conscientes de esa visión. Los ojos de estos animales deben ser capaces de percibir poco más que eso. Por cierto, recientemente se ha descubierto que las células de nuestras retinas establecieron una antigua simbiosis con algas que nos prestaron sus fotorreceptores. Cada vez está más claro que somos un extraño amasijo de bacterias y otros tipos de células que se asociaron en el pasado remoto.
En las profundidades del mar, los animales son capaces de usar la luz de muchas formas. La mayoría de los organismos la producen de alguna u otra forma y poseen receptores muy sensibles hacia ella, capaces de percibir la pequeñísima diferencia de iluminación entre el fondo y la superficie del mar, y la luz espectral producida por la agitación de las partículas orgánicas.
Algunos animales usan señuelos luminosos para atraer a las presas, al tiempo que su cuerpo está desdibujado por manchas luminosas irregulares; otros usan la luz como arma disuasoria contra predadores, a los que envuelven con una masa pegajosa luminosa que los hace detectables por predadores mayores.
Otros animales producen luz en la parte inferior de su cuerpo para eliminar su sombra y pasar inadvertidos para depredadores que acechan desde abajo. Ciertos gusanos “vomitadores” escupen una nube luminosa para esconderse entre ella y desconcertar al atacante, de modo similar a la nube de tinta de los calamares. Algunas medusas se desprenden de sus tentáculos brillantes para conseguir el mismo objetivo.
En aguas muy escasamente iluminadas, hay peces que escudriñan hacia arriba en posición vertical, buscando la sombra de las presas. Pero muchas de ellas son prácticamente transparentes, o bien presentan un pigmento corporal rojo, que absorbe la luz disponible, azul verdosa, y no la refleja.
Muchos animales detectan sutiles diferencias de luz para regular su profundidad y otros cambian su forma ante el ataque de depredadores para aparentar ser una especie poco apetitosa. En un ambiente tan poco iluminado, basta con enrollarse o estirarse para confundir al atacante.
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Ctenóforo |
Animales transparentes
Muchos animales marinos lentos, torpes y perfectamente comestibles, basan su defensa en la invisibilidad. Han conseguido un sueño antiquísimo del hombre. Pero es cierto que en el agua es mucho más fácil ser invisible que en el aire, porque la composición de las células animales es similar a la del agua y por tanto tiene un índice de refracción similar a la de ésta. En el aire, la luz se desvía mucho al pasar del medio aéreo al medio acuático de nuestras células (suponiendo que éstas no contuvieran ningún tipo de pigmentos) y los animales son fácilmente detectables. A pesar de ello, las ranas del género Centrolenella presentan la parte inferior de su cuerpo transparente y se pueden ver sus órganos internos.
Muchos animales del mar, como medusas, ctenóforos, crustáceos, cefalópodos o peces, son transparentes. Dejan pasar de un 20 a un 90 por ciento de la luz que incide en sus cuerpos. La invisibilidad aparece a cualquier profundidad y contrariamente a lo esperado, los animales de cerca de la superficie, donde hay mucha luz, no son más transparentes que los de aguas profundas, donde la luz es muy escasa.
Incluso en el animal más perfectamente transparente habría zonas no transparentes. La retina, por ejemplo: para que un animal pueda ver tiene que proyectar alguna imagen en una pantalla. Algunos animales reducen este problema alejando los ojos del resto del cuerpo por largos pedúnculos; otros han reducido su retina y conducen la luz hacia ella a través de una especie de cables de fibra de vidrio; otros tienen retinas pálidas y delgadas.
También el contenido de su aparato digestivo sería visible. Para minimizar este hándicap, el estómago apunta hacia abajo y los depredadores que acechan desde abajo tienen problemas para verlo a contraluz. Otros animales lo recubren de sustancias reflectantes, como si fuera un espejo (este mismo efecto persiguen las escamas de los peces).
Uno de los requisitos básicos para la invisibilidad es que el animal tenga poco grosor (y en especial su piel, que absorbe y refleja mucha luz). La mayoría de los animales transparentes tienen forma de cinta o lámina delgada. Otras adaptaciones apasionantes se refieren a la estructura microscópica de sus tejidos, especialmente “diseñada” para aprovechar la naturaleza ondulatoria de la luz y conseguir que el índice de refracción de los tejidos sea aún más similar al del agua.
Los distintos tejidos de un animal tienen normalmente índices de refracción distintos y dispersan cantidades diferentes de luz, pero con un diseño óptimo se puede reducir al mínimo la cantidad de luz que dispersa el animal. Por ejemplo, estos animales dividen sus reservas de grasa en muchísimas gotas pequeñas, en lugar de en unas pocas grandes, como otros animales, con lo que la dispersión de la luz es menor y son menos detectables.
Los animales sacan provecho de su invisibilidad de diversas formas: ciertos sifonóforos tienen tentáculos claramente visibles junto a cuerpos casi perfectamente transparentes. Los tentáculos atraen a otros animales, que los consideran una comida fácil, y son atrapados.
Pero, como en “El hombre invisible” de H. G. Wells, la invisibilidad es un sueño que no necesariamente conduce a la felicidad. Los calamares, por ejemplo, son capaces de detectar a sus presas transparentes porque sus ojos ven la luz polarizada y estos animales presentan diferencias de polarización con respecto al entorno.
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Ctenóforo ocyropsis (iluminación polarizada) |
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